27.10.11

Nada y todo

Ahora que ya no eres nada y lo eres todo, dime qué se siente. Dime que las horas pasan por tu lado increpándote, lanzándote miradas con sabor a tiempo perdido, dorándote la píldora que tomarás para dormir un día más. Dímelo. Mírame a los ojos y escúpeme un "soy nada, soy todo" que sepa a odio y también a gloria. Hazme saber que siempre estarás por Nunca Jamás y por Nunca y por Jamás... Repítelo con tu voz, mi veneno. Oblígame a tragar, en vaso corto, tu melodía y que arda, que arda. Clávame tu mirada y sácame la sangre y la magia en un análisis de esencias. Para cuando lo hayas hecho, tócame. Seré nada. Lo seré todo.

© L'Enfant Cap Pas Cap

26.10.11

Himno de la alegría

Miles de pasos añaden percusión al Himno de la Alegría. La acera de la Plaza de la Reina habla de una interculturalidad que nunca será "inter". La flauta sigue hablando de alegría frente a unos africanos que venden su vida en forma de gafas de imitación o cargadores de móvil. El alto standing se eleva por encima de sus propios pies, conocedores de que la caída nunca llegará. El choque de razas no existe. La colisión de status hiere. Historias que flotan en un mar de jóvenes cuyo único divertimento es recordar y contar que no recordaron nada la última vez. Su objetivo: volver a olvidarse de todo... Sí, los jóvenes. Sí, olvidarse. A sus pies, un asfalto cómplice de nada. Frío testigo de todo menos de la alegría de aquel himno.

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23.2.11

Olvido presente

Infame Verdad, miénteme al recordar que me olvidé de todo, que todo me olvidó. Réstame la virginidad de las palabras: insúltame. Despiértame de la vigilia para que vague por el sueño con ojos abiertos como platos rotos. Conviérteme en liviano conociendo a fondo la pesada carga que me llena de vacío. Araña sin tocar. Rózame en la distancia, con el sentimiento afilado del no saber y aprende a desconocer que nunca sabrás más de lo que hoy no recuerdas.

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12.8.10

La playa de mi imaginación

__ La parte derecha de mi cara recibe la caricia de una brisa ya de primavera cuyo dueño es un cielo azul, enorme, reinante. Lo vivo, lo sueño, lo imagino pero lo veo. Lo quiero y, de algún modo, lo tengo. Pero escapa a mi alcance por su grandeza. Mis pequeñas manos nunca podrán tenerlo entre ellas pero éstas se conforman con poder verlo e intentar alcanzarlo cada día.

Algunas nubes intentan decorarlo pero no logran taparlo y la luz del sol de media tarde sigue arrebatando los colores de las fincas para sustituírlos por un amarillo vida.

Me levanto de mi asiento y me separo de estas letras. La luz es más ténue en estos momentos pero, mientras me alejo, no dejo de mirar por la ventana. Me adentro en el pasillo y espero que, al llegar al final y traspasar la siguiente puerta, encontrar unos metros de arena en los que sentarme a dibujar el horizonte con una mirada que anida el reflejo del agua. No pensar. Dibujar. Sentir la brisa salada en mi dedo cuando una, con él, el mar y el cielo.

Desde esa postura y ese paraje, ambos relajados y relajantes, lanzo un grito duro, estresado, vibrante y triste que agita el viento y nubla el azul. Nadie oye nada en él pero yo lo digo absolutamente todo.

P.D/ Si paseáis por la arena y véis una pequeña sombra sentada con los brazos rodeando las piernas, me habréis encontrado, pues, mientras espero, ayudo a guiar a los protagonistas de los cuentos de hadas desde la playa de mi imaginación.



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13.4.10

Esencias pasadas

Recojo el perfume superviviente de una gracia que juega al escondite desde hace meses y sé que vaga al norte de mí, perdida, vagabunda, como esencia y sonrisa y, con errática firmeza, como persona.


Acurrucada en el cajón del ayer, tal vez no pueda ser desvelada, como el secreto, que forma las tres cuartas partes del perfume que me recoge.

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5.3.10

El abrazo de la piel

Fue entonces cuando el abrazo se convirtió en mundo y el mundo se fue a la mierda una vez más. De paso que se iba, le pedí que me sustituyese como actor secundario de mi vida y lo hizo. Se puso mi peluca, mis zapatillas y la enormidad de su tamaño se redujo a los 164 centímetros de mi cuerpo durante los 226 segundos que duró ese todo de cuatro brazos, dos flequillos y un par de narices sin ningún tipo de valentía.

He cogido el lápiz para escribir esto. Nunca pasó o si pasó, ya apenas lo recuerdo. No me acordaba de escribir, así que he tenido que empezar a teclear guardando el recuerdo de un abrazo de verdad, amarrarlo con un ancla a mi piel para que, si decide irse definitivamente, mi piel se vaya con él.

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28.1.10

Alma feroz: frío

Viento feroz sin caperucitas rojas. La vida pierde los papeles en una brisa que baila entre el mar y el cielo. El asfalto es espectador pasivo de la fiesta de Eolo. El tabaco se consume antes y sus cenizas se esparcen como vidas incineradas que narran mil historias inacabadas. Su temperatura, tímida, no me toca con sus manos pero puedo ver sus huellas dibujadas en el cristal de mi alma.

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Y, hoy, sueno así...